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CENTRO Y CONTORNO

MIL MÁSCARAS

Muchas veces me veo fingiendo,

fingiendo ante la gente, ante la vida, ante mi.

Diciendo cosas que no pienso,

y pensando cosas que no siento,

recordando momentos que no han sucedido,

y deseando sueños que no necesito.

Engañándome con miedos que no tienen sentido,

y protegiéndome con escudas mentiras,

de todo aquello que me hace ser distinto.

 

Es como si quisiera no defraudar a nadie,

como si me impusiera caer bien a todo el mundo,

como si tuviera mil máscaras,

con las que dar a cada uno de lo suyo.

Hay veces en las que no me atrevo a decir no,

en las que tengo miedo a expresar lo que pienso,

en las que algo me impide mostrar,

todo lo que aquí dentro tengo.

Y me escudo tras una afirmación o una sonrisa,

tras un guiño o un " lo que tu digas".

 

No me atrevo a expresar verdaderamente lo que siento,

me importa más lo que de mi digan,

que lo que yo les cuento,

me importa más ganarme por encima de todo su cariño,

que ser con orgullo yo mismo,

me importa más darles continuamente la razón,

que utilizar mi criterio aunque no me den su aprobación.

 

Finjo, finjo para no caer mal a la gente,

para ganarme de cada uno de ellos su respeto,

para tener la irreal ilusión de que me quieren,

para sentirme protegido en un mundo que no comprendo.

Finjo, y cada vez me siento más perdido,

más alejado de lo que verdaderamente quiero,

aunque tal vez ahí esté el principio de todo,

que no sé muy bien qué es lo que deseo,

que no sé muy bien como soy,

que no sé cuál es el camino ni a donde voy.

 

Alfredo Cuervo Barrero ©

2 comentarios

Fredi -

Vivimos en una sociedad, vivimos en sociedad, al final tenemos que aprender a convivir en ella y con ella, pero no por ello, ni mucho menos, tenemos que desaparecer o ceder como individuos. Es cierto que hoy en día lo que prima, lo que nos hacen llegar los medios de comunicación, los publicistas, las revistas y demás artesanos de la comunicación es un mundo en el que se prioriza la imagen, el placer por la posesión, la aceptación por la aceptación, la diversión gratuita… en definitiva, un mundo en el que si somos guapos, elegantes, ricos, carismáticos, agresivos, nuestro paso por él estará lleno de grandes éxitos y de una felicidad inconmensurada. Al final todo esto como tú bien dices es pura invención, todos estos estereotipos, personajes duplicados, mensajes publicitarios están muy lejos en realidad de dar lo que pretenden dar. Detrás de toda esta parafernalia de consumo, de estética, de mensajes publicitarios lo que de verdad prima es el negocio que se monta con todo esto, es en los bastidores del teatro donde está la auténtica realidad y no detrás del telón.

Todo lo que vemos hoy en día está diseñado exclusivamente para una cosa, para el enriquecimiento. Todos los personajes que vemos hoy en día, todos esos famosos y famosas, modelos, todos esos eslóganes, todos esos alardes de creatividad de los anuncios publicitarios, sólo están diseñados para un fin, para ganar dinero, por eso tienen tan poca importancia y ninguna credibilidad. Cuando empezamos a romper con este mundo y dar la bienvenida a nuestro mundo, cuando empezamos a quitarnos nuestras máscaras y darnos cuenta de las ajenas, cuando empezamos a crearnos nuestros valores, a centrarnos en nuestra vida, ocurre irremediablemente un hecho sorprendente, nos damos cuenta que podemos vivir sin ninguna de esas invenciones, que todo ese mundo que nos venden, que quieren que les compremos, ya no tiene ningún sentido, ya no merece ninguna pérdida de nuestro tiempo, ahora, hay que aprender a estar en la sociedad y al margen de ella.

Todo el proceso de fingir, de no mostrar nuestro verdadero ser, acaba cuando aprendemos a separar estos dos mundos, el nuestro y el de los otros, cuando empezamos a ser conscientes de lo que hay en nuestro interior, de lo que somos capaces de dar, de lo que somos capaces de crear, el no ser ya nosotros mismos se convierte en un insulto a nuestra persona. Todo son etapas, al principio todo son dudas, indecisiones, arranques y paradas, me has puesto el ejemplo de tu infancia, que es donde empieza todo, en un lugar te escribí que pensaba que habías tenido una buena base y no he ido muy desencaminado, me has dejado unos retazos de ella, los suficientes para ver que al final no somos muy distintos de cómo éramos, la única diferencia es que ahora sabemos que somos y cuando sabemos eso ya no hacen falta más máscaras.

Fredi

Verónica -

Es muy difícil la situación en la que nos ha puesto el mundo de hoy, un mundo hedonista, superficial y lleno de trivialidades… Si bien el ser humano tiene una necesidad natural de ser aceptado también lo es que este tipo de sociedad global lo ha reforzado a través de varios medios, entre ellos la publicidad, los medios masivos de comunicación, la moda, etc.

Se han impuesto estrictos cánones de belleza en los cuales hay que encajar para poder esperar ser parte del mismo; la salud, la autenticidad y la autonomía han pasado a ocupar segundos planos haciendo muchas veces que las personas sean simples estereotipos repetidos de una figura idealizada que alguien inventó.

Igual, te hablo de lo que veo en la actualidad, pero sé que más allá de este momento, de esta época, o simplemente de un día cualquiera, hay mucho de cierto en lo que expresas. Es difícil no sentirse identificado y saber que en algún momento de esta existencia denominada mundo se sienta eso.

Recuerdo mi primer día de guardería, se llamaba “mañanitas”. Mi uniforme era amarillo con una casa hecha con retazos de tela por mi madre, tenía mis aretes preferidos y me acompañaba una cartuchera de los ositos cariñositos; mi cabello estaba trenzado y esa fue la última vez que vi mis zapatos limpios. Tenía miedo de no conseguir amigas, de no tener con quien peinar a mis muñecas, de simplemente pasar por desapercibida cuando yo tenía tanto para dar. Creo que por eso fui voluntaria en todas las actividades propuestas, mis padres se sentían orgullosos de mí y el niño más hermoso de la guardería también.
De aquel momento no muchas cosas han cambiado, sólo que ya hago las cosas por satisfacción personal y correspondencia a las actividades que representan pasiones en mi vida, igual espero orgullo de mis padres y una especie de aceptación de las personas que tienen relevancia por algún motivo en mi vida.

Unido a lo que dices, me he visto fingiendo aunque mi naturaleza sea transparente, y aunque no quiero justificar aquellas máscaras que me he puesto, es cierto que hay situaciones que nos ponen en ese papel. Aquellas situaciones de las que te hablo no las considero de mucha notabilidad, pues de ser así se atentaría contra la identidad y la naturaleza propia, lo cual considero el peor atentado que puede hacerse a sí mismo.

Soy honesta, defiendo mi criterio tanto como una madre, sé quién soy, me siento a gusto con eso, soy conciente de mis debilidades y de mis fortalezas. De la misma manera me abro a los demás, me gusta enriquecerme con los pensamientos y hay ideas provenientes de mi contorno que llegan a ser parte de mi centro.

Sé que es muy difícil no quebrantar aquella idea de la fidelidad con la identidad, pues el reconocimiento y la aceptación se presentan con trajes de oro, pero este ropaje se desaparece, se desvanece como una cortina de humo y muestra los intereses que hay detrás de todo ello.

Para mí basta con tener claridad sobre lo que se piensa, convicción por lo que se siente, darle crédito a la intuición y confiar en el sentido común. Y aunque muchas veces se consideren acuerdos culturales si están a favor de la vida sobre la muerte, la felicidad sobre la tristeza, la justicia sobre la inequidad, la lealtad sobre la traición, el recuerdo sobre el olvido y la gratitud sobre el desdén; para mí es válido y digno de mi aprobación.

Así que no temas ser quien eres, te conozco poco y ya de eso me siento orgullosa. Entiendo que quisiste hacer un hermoso escrito y persistes en lograrlo, más si se consigue en el lector una identificación inevitable desde su naturaleza y su vida.

Esto es sólo un comentario acerca del tema, disculpa lo amplio, pero ya sabes que nuestra única conexión son las palabras así que no me mido en ellas… Finalmente esta vez las palabras han cobrado más importancia de la que normalmente les doy.

UN BESO.